Estamos viviendo en los postreros días, cuando la
locura referente al matrimonio constituye una de las señales de la próxima
venida de Cristo. No se consulta a Dios en estos asuntos. La religión, el deber
y los principios son sacrificados para seguir los impulsos del corazón no
consagrado. No debiera haber mucha ostentación y regocijo por la unión de los
cónyuges. Ni siquiera hay un matrimonio de cada cien que resulte feliz, que
lleve la sanción de Dios y coloque a los cónyuges en una posición que les
permita glorificarle mejor. Las malas consecuencias de los casamientos mal
concertados son innumerables. Se contraen por impulso. Rara vez se piensa en
considerar sinceramente el asunto, y se tiene por anticuado consultar a los que
tienen experiencia.
jueves, 28 de noviembre de 2013
sábado, 23 de noviembre de 2013
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